Era el año 2000 y la Argentina se iba desencantando del
gobierno de la Alianza que había sacado al menemismo. La lucha en los bordes
que a fuerza de piquete había enfrentado represiones policiales y de
gendarmería no cesaba por los cambios de aire político en los centros urbanos
donde ya no se repudiaba al gobierno nacional como hasta el 99. En ese marco la
lucha de los piqueteros de Gral. Mosconi se encontraba solitaria y combativa.
En una nocturna reunión cordobesa decidimos viajar, mi compañera en tal empresa
era “la china”. Con plata en el bolsillo encaramos para el norte, una mala
decisión nos puso arriba de un colectivo y no de un avión llegamos tarde,
quedamos del lado enemigo. Veíamos colectivos pasar a toda velocidad mientras
que el transito estaba cortado, eran bondis repletos de gendarmes que iban
embalados a reprimir el piquete de los desocupados del norte de Salta. Era de
noche tarde ya y había que esperar en la estación de servicio las primeras
luces del cielo. Llegada ya la mañana encaramos para adelante mientras los
jeeps verdes pasaban a nuestro lado corriendo sin entender que hacían esos dos pibes
caminando hacía el enfrentamiento, se los veía muy preocupados en cosas mas
importantes a los comandantes. Una radio nos iba tirando las novedades que
podían trasmitir, había empezado la represión en la noche desde el sur de la
ciudad donde estaba el piquete hacia el norte y ahora el enfrentamiento
avanzaba por la ciudad con los piqueteros y muchos ciudadanos retrocediendo
ante la ofensiva de la gendarmería, pero presentando batalla. De pronto una
camioneta de civil salió de la nada a la ruta por atrás nuestro, nos pasa y un
paisano al volante nos pregunta: adonde van?? en gran desconcierto. Ya
estabamos en la caja de la camioneta después de una breve explicación de que
simplemente queriamos pasar. Campo adentro la caminoneta se metía en una huella
que salía perpendicular a la ruta durante una larga recta que ya dudábamos de
estar en el camino correcto. Encima en el medio encontramos paisanos armados de
escopetas que pararon el vehículo para pedir coca porque estaban cuidando el
terreno del patrón de tanta revuelta, nuestro desconcierto crecía. Mientras la
radio por fin agarro una buena trasmisión y nos enteramos que ardía la
municipalidad en el medio del enfrentamiento. Finalmente un brusco giro de la
camioneta nos puso paralelo a la ruta, después de hacer la correspondiente U
nos acercamos a la ruta, del lado amigo. No entendíamos bien lo que veíamos,
era gente corriendo hacia delante, hacia donde estaba el piquete. Acostumbrados
a ver a la represión a la ofensiva entendíamos que esta venía detrás de quienes
corrían, persiguiendo a esta gente apurada, habíamos quedado en la entrada
norte del pueblo, al otro extremo del piquete. Luego de salir del camino de
cañas que nos permitía ver solo en el fin del sendero gente corriendo,
entendimos la secuencia: eran pobladores de Tartagal, la ciudad que venía luego
de Mosconi al norte, venían corriendo de su pueblo en malón a defender a sus
hermanos de Mosconi. Al poder apreciar la curva pudimos ver un gran brazo sobre
la ruta compuesto de cuerpos que a lo lejos se veían muy pequeños, esta
concentración de gente con forma de una gruesa flecha se enfrentaba al cordón
verde de la gendarmería que tiraba gases y gases para repeler el avance
popular. Eso fue ver masas a la ofensiva. La cabecera de la concentración eran escuadras
de aproximadamente ocho hombres que lanzaban las piedras luego se corrían a los
costados para que un nueva escuadra lance las suyas y así el cañon de piedras
no paraba de tirar y tirar contra las escudos de los gendarmes que se
desesperaban por seguir con los lacrimogenos. Mujeres por los costados se
ocupaban de repartir pañuelos con agua, baldes, limones para sortear el efecto
de los gases. La coordinación era perfecta. Se anunciaba el arribo de Storani,
Ministro del Interior, a la ciudad. Los gases eran cada vez mas espaciados, los
gases se acaban, las piedras no. Gendarmería definitivamente estaba a la
defensiva y retrocedía. En el momento más critico en el que se iban a acabar
las municiones de los represores del pueblo de Mosconi y la venganza se
palpitaba, apareció corriendo a toda velocidad un hombrecillo con una sotana
marrón desplegándose en el aire directo al medio de la batalla portando una
cruz. El cura logró así parar una escandalosa paliza que los salteños estaban
por dar a la fuerza represiva por excelencia de las rutas argentinas. El
gobierno finalmente tuvo que aceptar la mayoría de los puntos planteados por
los piqueteros norteños.
Una experiencia de lucha que como instante de peligro
relampaguea en la conciencia de miles en esos momentos clave donde las masas
toman en sus manos el enfrentamiento contra el estado.