jueves, 22 de noviembre de 2012

Carta desde lejos (una ficción)


Por Natalia Morales

Inaugurada la temporada oficial de viajes, las cuadrillas de golondrinas empiezan a circular por todo el país. Alzamos vuelo desde el norte argentino y sur boliviano, ese que nadie conoce, el tapado por las manos de los que nos venden como buenos salvajes. Cuadrillas de Sucre, Santa Cruz, Potosí, Jujuy, Salta, Tucumán van empalmando dirección sur oeste. Somos cientos de miles.
Me veo obligado a volar una vez más por las redes de la explotación agraria, ruta de viaje que no se elije sino que se impone, en Tartagal, mi pueblo, las posibilidades de trabajo son escasas. La extrema pobreza en la que viven y vivieron mis abuelos y mis padres me llevan a pensar que quizás tenga razón ese contratista que nos vende trabajo bien pago y espejitos de colores. Yo no quiero vivir así. Me voy con promesas de volver cuando termine la  temporada, con unos cuantos pesos demás, que me permitan tirar los meses que no tenga trabajo y quizás comprarme esa moto que necesito, para no caminar tanto cuando hago changas en la construcción, o para salir a dar una vuelta a la noche, cuando una leve brisa refresca las caras cansadas de los que vivimos en las tierras calientes del monte salteño.
Cadenas invisibles pesan sobre mis alas, desvían mi vuelo y me llevan donde no quiero ir, donde paso hambre, donde veo salir y ponerse al sol en un campo que no puedo disfrutar, ni las frutas saborear, nada, nada, nada de lo que hago me pertenece, sólo mis manos curtidas de azadas, tijeras y machetes, con callos que dan cuenta de mi vida de peón. Me hubiera gustado seguir jugando la liga de fútbol donde juego con mis amigos, había pasado a ser arquero titular de mi equipo Deportivo Guaraní... sabe amarga la vida impuesta a los pobres, a los negros, a los indios del campo. Soy guaraní y las 60 golondrinas de mi cuadrilla también, somos de la misión Cherenta y pareciera que nacimos condenados a que nos miren con desprecio, a que nos maltraten y humillen por el solo hecho de tener piel mas oscura, pelos quiscudos, ojos pequeños.  A pesar de esto voy depositar mis esfuerzos en el objetivo que me separó  2300 km de mis queridos. Está llegando el día de pago y ansioso pienso en mandar parte de la plata a mi padre y ahorrar unos pesos. Hace rato que él ni mi novia saben de mí, esta vez la plata no me alcanzó para hablarles por teléfono. Tengo ganas de comprar un celular, necesito escucharlos, saber de ellos también.
Cuando era chico mi madre insistía que debía respetar y perdonar a los demás, a los que nos agreden, pero no puedo de dejar de sentir  odio e impotencia de lo que nos pasa. Nuestra situación no cambia y por momentos desespera. Varias veces me pregunté por qué tenia que ser así. El viernes pasado antes de ir a distraernos a la disco Macuba, acá en Choele Choel, caminábamos con Angel y el negro, cerca de lo que sería la parte principal de la Estancia donde viven los patrones y no pudimos dejar de comparar esa gran mansión con la miseria de lugar donde tenemos que dormir, en la misma estancia, pero en un galpón viejo que ya no sirve para acondicionar la frutas, todos apilados uno al lado de otro, con un baño para tantos y ducha con agua fría. Veíamos los lujos desde lejos y más bronca nos daba sabiendo que todo eso es gracías a nuestro trabajo. De golpe, empezamos a descargar enojos contenidos entre los tres y comentabamos distintas situaciones que viviamos de injusticia con los capataces, los técnicos y los patrones, por momentos, empezamos a suponer distintas situaciones donde los echábamos de la estancia, donde hacíamos sabotaje y dejábamos de  trabajar, hacíamos huelga, sin darnos cuenta, entre risas de libertad, empezamos a imaginar que nuestras vidas podían cambiar de rumbo.  Espero cobrar lo convenido, no es mucho y las doce horas pesan sobre mi columna, faltan pocos días igualmente, quizas así pueda hablar por teléfono a los que extraño y contarles de esto que nos pasa, que estoy bien, que las cosas están así y quizás las podamos cambiar.
Daniel.

Daniel Solano: bandera de lucha



Por Joaquín Ramírez

Estaba trabajando con sus manos, cosechando la fruta del sur del país. No era su tierra, había nacido en el norte, a pocos kilómetros de Bolivia, en Tartagal. Era guaraní. En esos páramos donde vivía no abunda el empleo, la salida es volar de trabajador golondrina. Un reclutador de laburantes lo había convencido de una mejor paga que la última vez, allá en Río Negro, con dudas terminó aceptando. Pero ya en el lugar les comunicaron que pagarían mucho menos de lo convenido, 800 pesos terminarían en su bolsillo, ya angosto, para ir calmando los ánimos. La empresa lo quería botón, ponerlo de mediador con el resto de los trabajadores, pero se equivocaban. Daniel Solano no era de esos, el era uno más de todos, muchos también curtidos salteños, jujeños, bolivianos y así. La bronca saltó, no había otra. Las promesas incumplidas no pasan impunes, los trabajadores de la Argentina profunda, los invisibles, también se rebelan. Así fue que la palabra paro empezó a circular entre estos laburantes de la fruta. El lunes 7 de noviembre del 2011 era la fecha clave, se haría sentir la fuerza obrera y el organizador de la rebelión era nada menos que Daniel. Confundidos estaban esos capataces que lo creyeron de los suyos. Antes de aquel día, el sábado 5, algunos, entre ellos él, decidieron salir a divertirse un poco, venía pesada la tensión. Eligieron “Macuba”, un boliche de la zona. El lugar sería una boca de lobos, la trampa perfecta. Los primeros golpes, a las tres de la mañana, fueron adentro, los policías lo sacarían a la fuerza hacia la vereda. A la vuelta del local vendría la golpiza más dura, ahí esperaban otros cobardes de azul para patearlo y darle de trompadas por todo el cuerpo. Luego a los golpes también lo subirían a la camioneta de policía con rumbo incierto. El destino fue la llamada Isla 92, de día un balneario, de noche tierra de oscuridad. Nunca más se vió a Daniel. Esa policía es la fuerza de seguridad de la empresa a la que él y los suyos pensaban hacerle la huelga, Agrocosecha, perteneciente a la multinacional Expofrut. Los capitalistas no toleraron semejante insubordinación.
Hoy hay siete policías procesados, no así los responsables de la empresa, tampoco los cómplices dueños del boliche. Un rastrillaje encontró las zapatillas y su billetera, pruebas que en manos de la misma policía también desaparecieron.
Gualberto Solano, el padre, se encuentra en Choele Choel con otros familiares, abandonaron Tartagal rumbo a Río Negro en busca de su hijo y con el reclamo de justicia en la garganta. Ellos, junto a quienes los apoyan, la “Comisión de solidaridad y apoyo a la familia Solano”, vienen llevando a cabo una campaña que instaló el rostro de Daniel por las calles de Choele Choel. El último 5 de noviembre a un año de la desaparición, una importante marcha recorrió las calles de la ciudad exigiendo justicia. Ya nada es igual en ese lugar. Daniel ya es bandera para los trabajadores del campo. Daniel no significa que no se puede pelear, significa que la lucha es dura, pero más justa que nunca.     

sábado, 3 de noviembre de 2012

de rodolfo walsh


Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores. La experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan.
La historia aparece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las cosas. Esta vez es posible que se quiebre el círculo..."

viernes, 2 de noviembre de 2012

Un recuerdo mas de esos del futuro, esta vez Jujuy 1997, la ruta


Las manos negras solo ensuciaban lo que tocaban, la ropa y la cara ya tenian el mismo negro de las gomas que ardían, dándonos a todos un uniforme con los pañuelos y las bufandas que cruzadas alrededor de la boca a la altura de la nariz cortaban el viento frío y de paso cuidaba identidades de los que estaban ahí cometiendo el delito social de cortar la circulación por las rutas argentinas, la ronda en torno de la fogata permitía que el fuego calentara las manos y la cara que instantes después cuando te alejabas estaban nuevamente heladas. Era Mayo del año 97 y todavía gobernaba Menem el país. No existía aún la luego tristemente célebre “Alianza” que se comería meses más tarde los votos de oposición que en ese momento apoyaban estas “luchas populares”. Parados en la ruta 66 en el camino que va de Jujuy a la ciudad de Palpalá, comentabamos los sucesos del corazón de la lucha que era la ciudad de Libertador General San Martín, ubicada al norte rumbo a Bolivia en el medio de una frondosa selva que da lugar al hermoso parque nacional Calilegua, tierras donde reina el Ingenio Ledesma que robo esos ricos territorios a los pueblos originarios. Muchos trabajadores habían sido desplazados por la tecnificación del Ingenio intensificada durante los 90 y la bronca se había ido acumulando viendo enriquecerse a don Pedro Blaquier, dueño del imperio azucarero. Ahí habían enfrentado exitosamente a la gendarmería, habían logrado expulsarla del pueblo a pesar de que los soldados de Menem habían descargado sus gases hasta adentro de las casas de los pobladores de Libertador. Tanto así que el mismo oscuro ministro del interior del gobierno nacional Carlos Corach habia tenido que admitir "ya no vamos a apelar a los gendarmes: lo único que logramos es unir a todos en contra nuestro". Pero los ejemplos que se hacían aún más jugosos cuando se comentaba que los piqueteros, siendo 25 de mayo, habían decidido desfilar a lo largo de 1 km con su división baldes a la cabeza integrada por hombres y mujeres, seguida en segundo lugar por la división honderas, y cerrado por la división piedras donde se entusiasmaba la juventud, todos mostrando orgullosos sus armas en alto, marcha militar aplaudida por todo el pueblo que habían actuado de hecho como reservistas, todo el pueblo había participado del exitoso combate.  La división de baldes había sido fundamental para resistir los gases, la división ondas era prácticamente la sofisticada armada y las piedras la infantería donde se había volcado todo el pueblo. No marchaban las armas de fuego que según contaban habían sido parte del enfrentamiento ofrecida por los pobladores que gustaban de cazar, práctica acostumbrada en la zona, no se podía asegurar que hubiera gendarmes heridos de bala tampoco, pero esto testimoniaba que el pueblo se había enojado de verdad esta vez.  Siendo la tierra azucarera el bastión de la lucha, la represión se había centrado ahí y nuestro corte de la 66 tenía el objetivo de cortar el acceso a la capital aumentando el caos generalizado, estaba a unos dos kilómetros de la ciudad nada más. Habíamos decidido participar de la lucha con un compañero de la facultad y nos tocó talar arboles para volcarlos sobre la ruta haciendo obstáculos y mas obstáculos para cualquier avance de la represión, así que en esa tarea estábamos mientras 22 piquetes más se extendían por todo el territorio jujeño desde La Quiaca a Perico poniendo al gobernador Ferraro contra las cuerdas, en tierras ya inestables este era el octavo gobernador desde la vuelta de la democracia 14 años antes, muchos de ellos echados por la movilización de los trabajadores y el pueblo. Antes habíamos aprendido el camino al piquete más fuerte que era el de Alto Comedero, barrio gigante de Jujuy, parecido a Villa El Libertador de Córdoba. El caminito era un sendero hecho a fuerza de machete que atravesaba el monte para huir en caso de represión demasiado fuerte, para retirada y peligro de detenciones. Las noches se pasaban recostados arriba de las gomas mas grandes por turnos, estando totalmente prohibido el alcohol. A la mañana bien temprano había asambleas para definir los pasos a seguir durante el día, a prestar atención. Era la primera vez que con mi compañero vivíamos la experiencia de la democracia directa, la posibilidad de influenciar en quién iba a ser el delegado del piquete y que iba a plantear en la flamante coordinadora piquetera que se entrevistaría con el gobernador. Después de un tiempo conocí al trotskismo y al PTS que me habló de las tendencias pre soviéticas, nombre que me pareció raro pero al final de la explicación me cerró enteramente, las masas tomaban en sus manos la lucha por sus destinos, mas allá de burócratas y caudillos que intentaban imponerse no podían aplastar las decisiones, las iniciativas, la forma de la asamblea y el delegado se había regado por todo el territorio jujeño y la coordinadora le daba un desarrollo aún mayor. La fuerza piquetera permitió conseguir suficientes puestos de trabajo como para levantar la lucha como un triunfo contundente. Nosotros volvimos a la facultad donde se había vivido un sismo politico y seguimos activando ahi. La gente morena y obrera en la ruta y defendiendo su pueblo de las fuerzas y ademas muy bien organizada fue una experiencia imborrable, otro posible recuerdo del futuro a la hora de pensar la fuerza y creatividad de las masas que va a desarrollarse nuevamente y no tiene que empezar de cero habiendo dado estos pasos en el camino.