El pueblo de Los Toldos sin querer nos recibió con un gran
Festival. Percibimos la ansiosa espera de los primeros pobladores con los que
charlamos. La primera en invitarnos fue Emi que con su hija de un año a cuestas
nos acompañó en el taxi compartido de La Mamora (Bolivia) hasta el pueblo
salteño. Tema común en cada charla. A pesar de esto, pensamos que era algo
modesto, una fiesta en el pueblo sin llegar a dimensionar que el evento es
esperado todo el año por los pobladores de lugar y sus alrededores. Nos
encontramos horas más tarde en la puerta del lugar donde un afiche anunciaba
que Ternura cerraba la noche a pura cumbia y fiesta. Entramos. Grandes letras
plateadas titulaban el escenario “Festival Tradición y Sentimiento”.Un enorme
predio a estrellado cielo abierto y base verde de un césped emparejado por los
cerdos que transitan las calles del pueblo como perros, albergaba en el momento
unas ochocientas personas que se convertirían con el pasar de las horas en más
de mil. La gente había llegado de Orán, de Salta, de Tarija, de Bermejo y de
muchos pequeños pueblos, El Arazay, Lipeo, Baritú y El Condado son algunos de
ellos. Empanadas de carne fue nuevamente el menú elegido por nosotros y por
muchos más que se enfilaban en una larga cola. Una provocadora coplera del
chaco salteño agitaba a los muchachos. Rimaba que buscaba amante toldeño. Se
asemejaba a una buena blusera. Terminando el número de la muchacha, el
organizador subió desafiante a defender a su género en un contrapunto a copla
limpia. Fue elegante y sencillamente destrozado. Luego vino el turno de
Gabriel, un joven de Santa Victoria, pueblo del oeste coya salteño. En una mano
el asta hueca de una vaca, en la otra una caja bagualera. Poncho rojo,
sombrero. Su instrumento era el “erke”. El viento tronó en sus manos. Parecía
que una vaca se había puesto a entonar. Un aire jazzero subía y bajaba de su
instrumento coya acompañado por la base de percusión de su caja. Extraordinario.
El pibe terminó y tomando el micrófono, agitó al público “¡A ver cómo baila Los
Toldos!”. Un desorejado e impune organizador lo hizo bajar del escenario porque
hacían fila abajo conocidos grupos regionales que tocarían después muy similares y monótonas chacareras y chamamés. Una injusticia musical. Luego de
fumarnos dos horas de aburrimiento sonoro, terminó la rueda de repeticiones.
Era el momento de la juventud. Todo oscuro mientras se acomodaban los músicos.
“José Luis y su grupo Ternura” empezaron a romper la noche. La fiesta se agitó.
No más de cinco minutos después una cortina de agua cerraba un telón
transparente. A pesar de los esfuerzos de los músicos que en las tablas se
presentaban, se apagó el sonido y las luces. Parte del público se amontonaba en
un quincho. La juventud esperaba firme bajo el escenario, empapada. El barro se
extendía. La espera no era en vano. Luces prendidas, la cumbia volvió a copar
el aire. La escena estaba lista. Los pibes y las pibas tenían su noche. Grandes
rondas se movían “de aquí pa allá”. Pogo cumbiero. No tardó mucho el primero en
patinar por el piso y las espaldas de todos se tiñeron del color de la tierra
mojada. Los grupos empezaron a rodar por el suelo de espeso barro. El agite no
paro de crecer en este modesto Woodstock norteño.
"Articular históricamente lo pasado no significa «conocerlo como verdaderamente ha sido». Consiste, más bien, en adueñarse de un recuerdo tal y como brilla en el instante de un peligro. Al materialismo histórico le incumbe fijar una imagen del pasado, imagen que se presenta sin avisar al sujeto histórico en el instante de peligro. El peligro amenaza tanto a la existencia de la tradición como a quienes la reciben..." W. Benjamin
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Es muy lindo
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